sust. fem.
1) Arte de grabar en acero los cuños destinados a la fabricación de monedas y de medallas.
2) Término que indica el arte de tallar y cortar las piedras preciosas y las piedras duras para hacer con ellas objetos decorativos y de uso. Esencialmente concierne a dos grupos de productos: los camafeos, que se obtienen por el trabajo en relieve de una piedra (sardónica, ónix, diaspro, ágata) en capas de diferente color, de modo que se obtengan figuras claras sobre fondos oscuros; y las piedras preciosas, que al ser talladas en profundidad, en el pasado se utilizaban como sellos. La piedras empleadas son numerosísimas: ágata, amatista, aragonita, calcedonia, cornalina, cristal de roca, etc. En la antigua Mesopotamia se produjeron sellos en piedras preciosas o semipreciosas, originalmente con funciones de amuleto; las piedras talladas tenían forma cilíndrica . En el antiguo Egipto, solían tener forma de timbre, con un escarabajo en relieve sobre el dorso y una inscripción. Los fenicios hicieron amplio uso de estos sellos y crearon numerosos talleres En la Grecia clásica tuvo un notable desarrollo, donde artistas de gran fama y excepcional habilidad, como Deámenos de Quios, Sosías y Figillo, grabaron figuras de hombres y de animales con una riquísima factura. Debido a la alta calidad de vida y el consiguiente interés por los objetos preciosos surgió la abundante producción de la época romana: son particularmente numerosas las piedras talladas con retratos, (aguamarina de Agathopus, Florencia, Museo Archeologico); en el período augusteo, el trabajo de piedras alcanzó el grado del virtuosismo (Gemma Augustea de Dioscúrides, Viena, Kunsthistorisches Museo). En el período paleocristiano el retrato desaparece, sustituido por las imágenes del Buen Pastor, del cordero y del pez simbólico, tallados en un estilo cualitativamente modesto. El mundo bizantino, mucho más refinado, produjo camafeos que representaban a Cristo, la Virgen y los santos junto con tazones, vasos y jarras tallados en ónix, ágata, mármol serpentino, etc. También el mundo islámico se orientó hacia los objetos de uso, empleando fundamentalmente el cristal de roca y produciendo piedras talladas con sellos y amuletos con los signos zodiacales. El medioevo europeo tuvo una no table producción. En la corte suevia de Federico II, en la Italia meridional, donde se volvió al camafeo de carácter clasicista y, en París, donde predominó el retrato. En el siglo XIV, mientras en Italia disminuyó la producción en Francia progresó debido a que fue promovida por clientes ricos; se hicieron camafeos de estilo gótico y sellos de obispos, príncipes y nobles. En los países de lengua alemana se produjeron y exportaron relicarios, cruces procesionales y objetos de culto en cristal de roca tallado. Italia reconquistó el primer puesto en la glíptica durante el Renacimiento, gracias a Lorenzo de Médicis y del papado. Se formaron de ese modo los grandes centros de producción de Florencia y de Roma, retrato de Paolo II, en cornalina realizado por Giuliano del Simone en 1471 ( Florencia, Palazzo Pitti, Museo degli Argenti). El cristal de roca tuvo gran auge durante el siglo XV, tallado para hacer cruces y cofrecillos (cofrecito para Clemente VII de Valerio Belli, 1530, Florencia, Palazo Pitti, Museo degli Argenti, y el cofre Farnese de Giovanni del Bernardi, Nápoles, Museo Naz.). Siempre en Milán, entre el siglo XVI y el XVII, esta actividad se orientó hacia el tallado de vasos opacos y transparentes y de copas fantasiosas. En el siglo XVII, en Florencia, se orientó hacia los grandes vasos ornamentales de pórfido. En el siglo XVIII disminuyó el interés por el camafeo, mientras que se pusieron de moda las piedras talladas a la manera antigua. En Oriente, se desarrolló particularmente en China, con el tallado del cuarzo, la malaquita, el ámbar, el lapislázuli y sobre todo el jade. Entre 1500 y 1700 antes de Cristo, la producción de jade estuvo representada por objetos funerarios y rituales, piezas muy pequeñas decoradas con motivos zoomórficos y geometrizantes. Posteriormente, a partir del siglo VIII, la introducción de los utensilios de hierro permitió el desarrollo de una producción de mayores dimensiones: fíbulas, copas, vasos, esculturas, objetos de adorno obtenidos de grandes bloques y decorados con relieves o en fondo. El taller imperial de Pekín, creado bajo la dinastía Ming (1368 1644) fue el centro de producción más importante.